Sobre el Acoso Escolar...
Fuente: Carloscandel.com
Parece que la cuestión del acoso se está convirtiendo en un tema relevante en los círculos educativos. Se están generando protocolos, se avecinan nuevas leyes, se intuyen (pocos) recursos…
Parece que los pequeños van a estar más protegidos, al menos en el entorno escolar… ¿o no?
No me cabe duda de dos cosas: una es que los profesionales que trabajan día a día para ofrecer lo mejor de sí mismos al alumnado van a hacer todo lo posible porque todo esto se ponga en marcha, por lo menos la mayoría; y la segunda es que los políticos han encontrado un nuevo nicho para recavar votantes, pero esto en realidad debería importarnos muy poco.
Lo que realmente me pregunto es si todo el esfuerzo que se va a invertir va a servir de algo. Tengo dudas.
Los protocolos y demás trámites burocráticos mencionan palabras como “acosador”, “víctima”, “triángulo del acoso”, “espectador pasivo”, “protección”, “medidas”, “sanciones disciplinarias”, “indicadores de acoso”, “resolución de conflictos”, “desequilibrio de poder”, “tutorías”… Palabras todas ellas de un calado importante dentro de nuestro sistema educativo y que deberían estar acompañadas de profundos procesos formativos, de una ampliación ajustada de recursos en función de las necesidades… En definitiva, una apuesta firme por solucionar de una vez por todas un problema que siempre ha estado ahí, pero al que nunca le hemos prestado demasiada atención. Y me temo que no es así, que una vez más, se han puesto en marcha medidas maquilladoras para dejar por escrito que estamos haciendo algo, pero que en realidad sólo van a paliar los síntomas de una enfermedad que es mucho más compleja de lo que pensamos. Una enfermedad que está en la raíz de los pilares sobre los que se sustenta nuestra sociedad.
Cuando yo me pongo a solucionar un problema, lo primero que hago es buscar las causas o situaciones que lo han provocado (nunca los culpables). Y cuando pienso en las causas que producen el acoso me vienen a la cabeza elementos como violencia, abuso de poder, comodidad, valores basados en el individualismo, en el consumo, en el tener y no en el ser…
No nos cansamos de decir que trabajamos la no violencia en el aula, la resolución de conflictos, la igualdad, el respeto, la tolerancia… ¿de verdad?
Yo escucho más a menudo de lo que me gustaría aquello de “…si te pegan, tendrás que defenderte…”, “…hay que castigar a los que no cumplen las normas…”, “…tenemos que proteger a los débiles…”. Y un sinfín de comentarios que están profundamente arraigados en nuestra sociedad y que tienen un valor enorme en la forma que nuestro alumnado tiene de afrontar su vida.
Pero no pensemos que esto afecta únicamente a las familias. Hagamos una profunda revisión sobre el uso de poder que mostramos en el aula como docentes. ¿Ejercemos este poder desde la horizontalidad que cualquier persona, sea de la edad que sea, se merece? ¿Les mostramos el respeto que nosotros mismos reivindicamos hacia nosotros? Lo digo porque aún sigo escuchando comentarios de maestros que dicen que el respeto debe de inculcarse, de fijarse por ley… en definitiva, de forzarse. Desde mi punto de vista, el respeto nace de la relación de dos personas que se aprecian, que se conocen, que se comprenden, que se admiran, que se muestran en igualdad de condiciones, que son auténticas la una con la otra…
¿Y con las familias? ¿Nos mostramos igual de respetuosos? ¿Ejercemos nuestro poder de forma equilibrada y justa? Supongo que muchos profesionales lo hacen cada día, pero la realidad es que escucho mucho más aquello de la queja constante hacia las familias, el miedo a que entren en el centro, en las aulas, a que nos evalúen, a que nos digan lo que tenemos o podemos hacer… Para que esta relación sea equilibrada sólo debemos aprender a ser cómplices, colaboradores, aliados con distintos roles…
Una sociedad en la que se dan relaciones desiguales está educando a futuros abusadores. De hecho, ¿cuántos abusadores (o como dirían los pequeños “abusones”) existen hoy en las oficinas de las grandes empresas? Me temo que muchas.
Y luego, estos protocolos sobre abusos, señalan también a los elementos pasivos que intervienen en el triángulo del acoso. Es decir, que nos avisan de que probablemente haya otros alumnos que sean testigos de lo que esté sucediendo y se callen por múltiples factores (desde el miedo hasta la propia connivencia con el acosador). Por lo tanto, nos dicen que en las aulas hay alumnos que disfrutan viendo cómo otros acosan, y si no lo hacen, prefieren no intervenir porque sienten miedo. Esto me recuerda mucho a lo que está sucediendo en nuestro propio país. Y yo incluso iría más lejos. No nos puede extrañar que esto se produzca cuando se penaliza al que se manifiesta en contra de lo que considera injusticias, no podemos ahora alarmarnos cuando todos hemos visto los desahucios en la televisión y son muy pocos los que se han echado a la calle para hacer algo, cuando respiramos aliviados si es al vecino al que echan de nuestro trabajo en lugar de a nosotros… Cuando no se premia y se apoya al que denuncia las injusticias, sino que se le dificulta el paso y se le convierte en una persona cuanto menos poco fiable. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase de “…y aquí nadie hace nada”?
Y cuando hablamos de protección. ¿A quién hay que proteger? ¿Al menor acosado? ¿Y qué ocurre con el menor que acosa? ¿Le culpabilizamos? ¿Le señalamos aún más? ¿Le castigamos? Volvemos a repetir la ecuación entonces. ¿Respetamos así la diferencia, eso de lo que tanto hablamos a los alumnos? ¿Trabajamos así la empatía, el respeto, la resolución de conflictos? Creo que no, que no estamos predicando con el ejemplo precisamente. Los alumnos aprenden más por nuestros actos, por los modelos de relación que usamos con ellos, que por nuestras palabras. ¿Por qué no buscamos las razones por las que este menor muestra este tipo de conductas? Sólo así, tal vez, comprendamos que vivimos en una sociedad que necesita algunos cambios. Que si los referentes de los niños son únicamente futbolistas que aparecen en televisión intentando “ganar” siempre al contrincante, con sus coches y casas de lujo, por no hablar de las parejas de lujo, entonces tendremos alumnos que sólo encontrarán el reconocimiento social en la pelea absurda y poco deportiva, en el tener y no en el ser. Esto no quiere decir de ninguna manera que no condenemos determinadas acciones. Todo lo contrario. Pero las soluciones implican transformaciones mucho más profundas de lo que pensamos.
Desde mi punto de vista, el triángulo del acoso del que tanto se habla en realidad tiene otras claves: la violencia sistémica que existe en nuestra sociedad, la idea sobre el uso/abuso del poder con la que contamos, el conformismo brutal al que se nos está sometiendo bajo la presión del consumo y la crisis de valores que estamos sufriendo en los últimos tiempos, entre otros.
Así que, ¿serán útiles los protocolos en contra del acoso escolar? Me temo que no, que se cambiarán los papeles, que existirán más conflictos entre padres, profesores y alumnos, pero seguiremos contando con las mismas herramientas para resolver nuestros conflictos, y lo seguiremos haciendo desde relaciones desiguales en las que el que más poder tenga, más posibilidades creerá que tendrá para ganar…
Y todos seguiremos perdiendo.
La mayoría de profesores y profesoras se implican con sus alumnos, se relacionan de igual a igual (aunque con diferentes roles), enseñan a asumir responsabilidades, a empatizar, a resolver conflictos… En definitiva, a madurar. Pero mientras la sociedad en su conjunto no forme parte de este proceso madurativo de los jóvenes, difícilmente encontraremos una solución a este problema tan grave y complejo.